Enhancement Genético

La ingeniería genética ha seguido creciendo en los últimos años, abriendo nuevas posibilidades en las mejoras biomédicas para el ser humano, generando en consecuencia la necesidad de tener en cuenta las implicaciones socio-económicas y éticas para la sociedad.

La mejora de las capacidades inertes del ser humano, a través de la tecnología, es algo que se lleva intentando desde hace muchos años, desde la creación de las gafas en el siglo XIII, hasta nuestros días, con la implantación de retinas artificiales para aportar a pacientes ciegos una visión parcial, la conexión a un chip de ordenador del cerebro de un hombre con parálisis, ayudándole a recuperar parcialmente la movilidad de extremidades o, a la creación de sangre artificial, para suplir las carencias en la donación.

El genoma humano ha sido uno de los principales objetivos de estas mejoras desde que en el año 2003 se empezara a comprender mejor el ADN humano, gracias al Proyecto Genoma Humano que logró mapear los genes desde un punto de vista fisiológico y funcional, proyecto que duró 13 años, e implicó a varias universidades y centros de investigación por todo el mundo.

En especial, los avances en la ingeniería genética ofrecerán la posibilidad de un profundo control sobre nuestra propia biología. La capacidad de la edición genómica, un grupo de tecnologías que permiten hoy en día editar de forma dirigida el ADN de un organismo, insertando, delecionando o sustituyendo una determinada secuencia de nucleótidos, han hecho que esta tecnología, aún teniendo que mejorar todavía, fuera considerada como revolucionaria. Un buen ejemplo de las aplicaciones para el futuro de la ingeniería genética es su utilización para superar los inconvenientes generados por la microgravedad en el espacio, como pueden ser la perdida ósea o la atrofia muscular entre otros.

Sin embargo, la posibilidad de aplicar la edición genómica en líneas germinales humanas ha generado un debate ético en la comunidad científica, debido entre otras cosas a que los cambios producidos podrían transmitirse a futuras generaciones.

El ejemplo más claro y reciente se dio en el 2018 cuando a través de la tecnología CRISPR, se intentó eliminar en dos niñas mellizas, varias pares de bases de nucleótidos en el gen CCR5, localizado en el cromosoma 3. Este gen que da lugar a un receptor de citoquinas de membrana se expresa principalmente en los glóbulos blancos. En algunas poblaciones este gen, presenta una deleción, lo que hace que estos individuos sean resistentes al VIH si tienen la variante del gen en el par de alelos del cromosoma 3 (Homocigosis). Esta resistencia se debe a que, en condiciones normales, este receptor CCR5 sirve como vía de entrada al virus VIH en estas células. (co-receptor viral).

Se generó mucha controversia, porque, aunque el padre fuera VIH positivo, tenía la infección bajo control y los niveles del virus eran indetectables, por lo que el riesgo de transmitirlo a sus hijas era muy bajo.

La pregunta que surge entonces es, ¿se considera una medida terapéutica para corregir o prevenir una patología, o una intervención para mejorar a un individuo?

La preocupación es mayor cuando se habla de aplicar esta tecnología para usos no terapéuticos o profilácticos, como pueden ser la mejora de condiciones del ser humano consideradas como positivas (capacidad muscular, memoria, inteligencia, etc.), ya que existen más implicaciones éticas.

Otro inconveniente es que no se conocen totalmente los efectos a medio y largo plazo de este tipo de tecnologías, y es que la modificación de un gen puede afectar otros muchos factores y mecanismos biológicos que en un principio no se habían contemplado (Pleiotropía). Por lo que, para que la aplicación de esta tecnología sea más segura, se tendrá que conocer mejor la relación entre el genotipo-fenotipo.

En él caso que se superen estas limitaciones, y una vez aplicada a las futuras generaciones, se corre el riesgo de generar una brecha social donde existan personas “mejoradas” y otras que no. O donde las personas obtengan mayor número de “mejoras” con cada generación, lo que dé lugar a lo que se ha denominado como obsolencia genética.

Como podemos ver, la tecnología no está lista, la percepción pública no es del todo positiva, y no existe consenso en la legislación entre los países. Esto se vio reflejado en unas declaraciones de Jennifer Doudna el pasado 29 de noviembre del 2018, en la segunda cumbre internacional sobre la edición del genoma humano, en las que concluía: “Los riesgos son demasiado grandes como para permitir ensayos clínicos de edición de la línea germinal humana en este momento. Sin embargo, el progreso en los últimos tres años y las discusiones en la cumbre actual sugieren que ha llegado el momento de trazar un camino riguroso hacia esos ensayos”

Algunos investigadores siguen ese camino que mencionaba Jennifer Doudna de forma inmediata, como es el caso de Denis Rebrikov, que planea modificar en el laboratorio el ADN de embriones de madres con VIH, con el supuesto objetivo de evitar la transmisión del virus, aunque muchos de sus compañeros ven todavía este tipo de investigaciones como algo “Injustificable”.

David López 

Referencias

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https://elpais.com/elpais/2019/06/11/ciencia/1560264021_622736.html

Imagen obtenida de: The Center for Genetics and Society and Friends of the Earth. (2015). Extreme Genetic Engineering and the Human Future. Recuperado de: https://www.geneticsandsociety.org/reports-and-publications/extreme-genetic-engineering-and-human-future